El yo está interesado en las realizaciones, el
cuerpo en el placer. Si el yo funciona por imágenes, el cuerpo lo hace
por sensaciones.
Cuando las imágenes y las sensaciones coinciden, por
consecuencia se tiene una vida emotivamente sana.
Cuando en cambio la
sensación es reprimida o subordinada a la imagen del yo, lo que se
obtiene es una vida de ilusión y desesperación.
La ilusión contradice la
realidad de la condición del cuerpo, la desesperación elude sus
necesidades.
Detrás de cada ilusión está el deseo de libertad y de amor. La
persona desesperada busca obtener libertad y amor con la ilusión del
poder. En su mente el poder es la clave de la libertad y el amor. Si
bien esta ilusión tiene la tarea de sostener el ánimo desesperanzado y
perdido, nosotros hemos comprobado que ella contribuye a tener vivos
estos sentimientos aún cuando el período critico de la adolescencia ya
se ha dejado atrás.
Para superar la ilusión del poder se deben vivir
libertad y amor como reales sensaciones físicas. Esto se obtiene
concentrándose sobre las tensiones que el cuerpo presenta. Cuando se
percibe la rigidez del propio cuerpo, se sabe que no se es libre, a
pesar de la rebelión y el desafío. Si se siente que el cuerpo se ha
congelado, se comprende que uno está prisionero, cualquiera sea la
situación externa. Si nos volvemos conscientes de que la respiración
está inhibida y que la movilidad está reducida, nos damos cuenta de que
no estamos en condiciones de amar.
El significado emotivo de la tensión muscular no es comprendido
suficientemente a fondo. Los conflictos emotivos infantiles no resueltos
se hallan estructurados en el cuerpo como tensiones musculares
crónicas, que encarcelan la persona limitando su movilidad y su
capacidad de sentir. Estas tensiones que atenazan el cuerpo lo plasman,
lo disocian, lo retuercen, deben ser eliminadas antes de alcanzar la
libertad interior. Sin esta libertad, es ilusorio creer que se pueda
pensar, sentir, actuar y amar libremente.
Cuando nos movemos con sentimiento, nuestro movimiento es
agraciado (gracioso o bello) porque es el resultado del flujo de energía
que atraviesa el cuerpo. El sentimiento es por lo tanto la clave de la
gracia y de la espiritualidad del cuerpo”.
Alexander Lowen
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